Historias de San Luis: El Cholo, Cocó, Memeco, Pomucho, El tigre, Coquito
En casi todas las ciudades o localidades del mundo existen personajes que son inolvidables para la comunidad, estén o no en este mundo terrenal.
Son personas que tienen sus propios mundos y allí viven.
Por ejemplo “El Cholo”.
Hace poco tiempo nos conmovimos cuando alguien erróneamente comunicó por las redes que El Cholo había muerto.
Esto fue desmentido inmediatamente.
Y la mayoría lo conoce. Anda por las calles vendiendo de todo. Y a veces se le da por contar cuentos de “los muertos vivos” como él los llama. Para estos relatos su voz suena grave, hasta que finaliza la tenebrosa historia con una sonora carcajada.
Otro personaje inolvidable, a quien conocí y traté mucho, era “El Cocó”. No Coco. Cocó.
Muchas veces nos encontrábamos en las funciones matiné del cine Roma. Le encantaban las películas de cowboys.
Cocó andaba por San Luis simulando que manejaba.
Era muy educado y le encantaba dialogar con la gente.
Su principal lugar de permanencia era en la calle San Martín entre Las Heras y la avenida España, y sobre todo le gustaba ir a una concesionaria de autos que funcionaba dónde hoy están las oficinas de Anses por calle Las Heras.
No lo confundamos con “El Coquito”, a quién antes de la pandemia le hice un reportaje en la radio.
Coincidió con una visita del profesor Rafael “Falucho” Rosa, quien le escribió un tema musical que se estrenó en San Luis en versión coral.
También el destacado músico Eddie Bustos es autor de una canción para Coquito.
A esa histórica entrevista radial fue con parte de su familia porque tiene problemas de visión.
Por eso ya no lo vemos dirigiendo el tránsito o sacando multas en las calles que rodean a la Plaza Pringles, vestido de saco y corbata.
La gente siempre lo ayudaba, le pagaba las imaginarias multas, y se ganaba unos pesos ayudando a cargar en los taxis las bolsas de compras de los clientes de un supermercado.
Y no nos olvidemos de “El Tigre”. Tenía un enemigo que era el alcohol, pero daba unos espectáculos incomparables recitando discursos de Juan Domingo Perón, trepado a un banco de la plaza Pringles, generalmente por la calle Junín.
¡Que vozarrón tenía! Se escuchaba a una cuadra cuando se dirigía a su público que lo aplaudía y lo ayudaba con algo de dinero.
También había logrado hacer amigos en el ámbito universitario, y muchos estudiantes que iban al Comedor Universitario compartían su comida con él.
Y Memeco. Su mayor felicidad era cantar temas de Los Iracundos.
En una oportunidad, cuando vino este extraordinario conjunto uruguayo a San Luis, les contaron de la existencia de “Memeco”.
Y sí. La conclusión es lo que está pensando. A Memeco lo llevaron al recital y Los Iracundos lo invitaron a subir al escenario para cantar con ellos. Estaba con sus ídolos. Sueño de vida cumplido. Y después hasta firmaba autógrafos.
Cuentan también que alguna vez se subió a un aguaribay ubicado en Almirante Brown y Caseros, y mantuvo a mucha gente en vilo por el temor que pudiera tirarse, hasta que finalmente los bomberos lograron bajarlo del árbol.
¿Y El Pomucho? Andaba mucho en el transporte público que en esa época era la empresa El Fifí.
Por supuesto que era una gentileza de la empresa y de los choferes que lo conocían, y él no generaba ningún problema.
De saco casi siempre, con una gorra torcida y la mirada lejos, muy lejos.
Su residencia casi permanente era el ex Hospital Psiquiátrico, pero entraba y salía cuando quería. Era su casa. Vaya a saber por qué razón.
Me contaron que le gustaba jugar al fútbol y mirar las carreras de caballos en el ahora abandonado Hipódromo de San Luis.
Lo conocí y lo veía cuando mi madre me llevaba a pasear en ómnibus como única distracción.
Y nos quedábamos por la zona del ex Hospital Psiquiátrico “a tomar aire” como me había recomendado el médico por mi endeble estado de salud cuando niño.
Recordando a algunos de nuestros personajes de los últimos años a pedido de muchos lectores y lectoras.
Son inolvidables. Y hay muchos más.
Pronto seguiremos con las historias de bares, confiterías y músicos.
Pero ahora anduvimos viajando por otros mundos. Los mundos de cada uno de estos ilustres personajes.